En esos años se
desplegaron los primeros métodos organizativos y de
fabricación en serie, bajo la óptica de la automatización.
Pero pronto se apreció que existen otros factores que atender,
y entre ellos cobra importancia destacadísima la seguridad.
La mayoría de
los productos y servicios industriales se basan en explotar
magnitudes físicas con variables muy por encima del nivel
habitual de nuestro entorno vital, o por encima de lo que puede
soportar el cuerpo humano. Y la seguridad comenzó a ser
fundamental en la implantación de algunos servicios
industriales, como es el caso de la electricidad.
Para la
transmisión y distribución de electricidad se emplean
centenares de miles de voltios en las líneas de transmisión, y
la aplicaciones domésticas se hacen a 220 V. Como este nivel
comporta ya cierto riesgo, incluso para corriente alterna, los
circuitos eléctricos en los edificios van protegidos mediante
dispositivos que cortan el paso de la corriente cuando se
detectan alteraciones.

Además de la
seguridad de los aparatos y servicios industriales, destinada a
velar por los usuarios, existen otras dos grandes ramas de la
Seguridad Industrial:
-
La seguridad
ocupacional, para proteger a los trabajadores
-
La seguridad
de las instalaciones industriales
Para esto
último, el marco legal lo establecen las Directivas Seveso de
la Unión Europea y un amplio conjunto de normas técnicas.
Análogamente, en
el campo nuclear se dispone de una extensa normativa
técnico-legal, que además cuenta en España con un órgano
sólo dependiente del Parlamento, el Consejo de Seguridad
Nuclear, que supervisa el funcionamiento de nuestras
instalaciones nucleares.
